PALACIO DE SAN TELMO

A través de este edificio podemos conocer mucho de la historia de la Sevilla de los últimos tres siglos. Durante todos estos años los arquitectos del ??momento? fueron dejando su huella, para bien o para mal, en él. Desde Leonardo Figueroa, el gran arquitecto de principios del XVIII, hasta la reciente actuación de Guillermo Vázquez Consuegra, han sido muchos los que han intervenido con mayor o peor fortuna en San Telmo para adaptarlo a las distintas funciones que ha tenido a lo largo de su vida: Escuela de mareantes, colegio, palacio de los duques de Montpensier, seminario diocesano y edificio administrativo.

La declaración en 1968 como ??monumento histórico artístico? llegó demasiado tarde, porque unos años antes había sufrido una de las mayores agresiones de su historia de la mano de un arquitecto.

Durante demasiado tiempo y por distintas razones ha estado cerrado para los visitantes locales o turistas, no pudiendo disfrutar la sociedad de lo mucho que había invertido en sus numerosas reformas. Dedicar un edificio como este exclusivamente a sede institucional de la Junta y mantenerlo cerrado a los ciudadanos es un lujo que no se puede permitir una comunidad autónoma que tiene uno de los índices de renta más bajos de España y que tiene, precisamente en el turismo, una de sus principales fuentes de ingresos.

El programa de visitas que se ha puesto en marcha hace unos meses y la programación de conciertos en las mañanas de los domingos en la preciosa capilla barroca del palacio a cargo de la fundación Barenboim-Said, vienen a paliar en buena medida esta carencia. En la visita al edificio se echan en falta, al menos en la nuestra, unos vigilantes más amables y educados, una visita a los jardines, que prácticamente no se pueden ver y que amplíen algo más las zonas visitables. Pero el balance es positivo. Bienvenido sea el programa San Telmo Abierto.

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