CÁDIZ. SALINAS, CASTILLOS Y ATUNES.

Éste fue el hilo argumental de nuestra visita a la costa de Cádiz.

Como muestra de salina elegimos la de "El Águila", situada en el Parque Natural de la Bahía de Cádiz, en el término municipal de Puerto Real. Es una de las pocas artesanales que quedan en la costa de Cádiz, una salina en la que Diego Rodríguez continúa trabajando en los esteros con su azada y su vara, de sol a sol y a pleno sol, extrayendo una sal de gran calidad que pone a la venta en la modesta tienda de su salina, donde se puede adquirir desde la flor de sal, hasta las pastillas de sal para lavavajillas. Un trabajo duro y con escaso rendimiento, lo que es garantía de futura desaparición. Desgraciadamente, esta forma de explotación artesanal es muy improbable que sobreviva. Muy bonitas las vistas matinales de los esteros que ya comenzaban a blanquear y que nos ofrecían en sus orillas la flor de sal, la flor de espuma.

Embarcamos en el puerto de Sancti Petri, el pequeño puerto del antiguo y abandonado poblado almadrabero para el que, desde hace décadas, ninguna administración local chiclanera ha sido capaz de sacar adelante un proyecto que revitalice este precioso enclave situado frente a la punta de El Boquerón, espacio declarado monumento natural, y el castillo de Sancti Petri y abrazado por el caño del mismo nombre y por el océano Atlántico. Lamentable la dejadez, incapacidad o lo que sea. Hicimos una corta travesía hasta el islote ocupado por el Castillo de Sancti Petri. Gran mérito el de la empresa Loggia, que tiene la concesión de las visitas a este castillo, y de su guía Fran Toledo, porque hay poco que ver en su interior, nada queda del antiguo templo fenicio, muy poco de la fortificación del siglo XVII, pero las excelentes explicaciones de Fran Toledo te hacían ver lo que ya no existía pero al parecer existió, sobrevalorar lo existente y hacer un intenso recorrido en 90 minutos por tres mil años de historia. Por ello y por las bonitas vistas de la costa desde las almenas del castillo y el agradable paseo en barco, la visita resulta muy interesante y recomendable, siempre que sea guiada, no sé si en Loggia habrá otros guías y si los hay, como serán, pero éste, desde luego, merece la pena.

Para el tercer elemento del argumento de nuestra actividad, el atún, lo razonable hubiera sido haber visitado en Barbate el "Centro de interpretación del atún de almadraba", pero la escasez de tiempo nos orientó a degustarlo más que a conocerlo y para ello nos fuimos al restaurante La Sartén, en la playa de La Barrosa, donde dos veteranos de la restauración, el cocinero José Quintero y Julián García atendiendo la sala, regentan este restaurante donde se ofrece una buena calidad, a precio razonable y en un agradable local.

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