CASA BUCARELLI. EL NECESARIO COMPROMISO CON LOS VISITANTES, EL PATRIMONIO CULTURAL Y CON LA HISTORIA FAMILIAR

Cuando abres tu casa al público cobrando una entrada por acceder a ella, estás asumiendo un compromiso, que en el caso de la Casa Bucarelli es triple: con los visitantes que han abonado el precio de la entrada; con la historia de la familia que es propietaria del inmueble desde hace siglos y un tercero que está implícito en el hecho de custodiar y mantener un inmueble catalogado con el máximo grado de protección.

El visitante no se puede encontrar, como nos encontramos nosotros, con un señor en pijama a las doce de la mañana en uno de los balcones de la primera planta, por muy en su casa que estuviera, porque ya no es solo la casa de Santa Coloma.

En la audioguía te informan que las caballerizas, son las mejor conservadas de Sevilla, junto con las de la Casa de las Dueñas. Así lo considera también Teodoro Falcón en su libro "Casas Sevillanas". Pues bien, con el anuncio previo de su importancia, es más doloroso aún encontrarte con partes de ellas convertidas en leñera, en almacén de bicicletas llenas de polvo, o de electrodomésticos viejos o de cajas de cartón, como mostramos en las fotos que hicimos. ¿No hay ningún otro sitio para guardar estos chismes en los más de 3.000 m2 que ocupa la casa? Pues si no lo hay o no los quieren llevar a otro sitio que, al menos, no muestren este espacio al visitante porque la imagen que dan es de abandono, de dejadez.

Después de ver el bonito apeadero y salir enfadado con la visita a las caballerizas, pasamos al patio principal, que tiene una pequeña capilla en uno de sus laterales. Vuelves a quedar atónito al ver que, para evitar el paso del público a su interior, se han puesto tres sillitas plegables como las de picnic, de patas de aluminio y asientos de tela rayada. Dios mío ¿tan caro resulta un cordón como los que se utilizan en museos y monumentos para disuadir el paso del público por una zona? Siento decir que resultaba cutre, impropio de un monumento propiedad de una familia del prestigio y de la importancia histórica de ésta.

Ya la perplejidad sube a un nivel aún superior, aunque terminó convirtiéndose en guasa, cuando te avisan que en el piso de arriba (doce de la mañana) hay un señor asomado en pijama. ¿Esto que es? Si es una forma de decir, estoy en mi casa y hago lo que me da la gana, pues me parece muy mal, es una falta de respeto hacia los visitantes a los que has cobrado una entrada por pasar o incluso aunque hubiera sido gratis. Si quieren pasearse en pijama, acumular basura en parte de los espacios, utilizar medios cutres para cerrar el paso, están en su derecho, pero que vuelvan a cerrar la casa al público y se limiten, si acaso, a los eventos en zonas acotadas para los mismos, así no seguirán destrozando la imagen que, algunas personas como yo, teníamos de esta casa en la que cuenta la leyenda que vivía una hermosa y elegantísima señora que al asomarse al balcón cada mañana inspiró a un joven Bécquer el más popular de sus poemas. Nada parecido a lo que nos inspiró el señor del pijama.

Me encantaría reencontrarme algún día con esta casa, recuperar el sentimiento que siempre me ha evocado su leyenda y la brillante historia familiar de sus propietarios, pero para eso me tendrían que llegar noticias de que ya no hay signos de abandono, de que incluso se comienzan a realizar las muy necesarias actuaciones de restauración de determinadas partes, como la cerámica, y de que se muestra el respeto que se merecen tanto los visitantes como el monumento, insisto, el bien de interés cultural con el máximo grado de protección que es, En definitiva, que se actúa como en otras casas sevillanas recogidas en el anteriormente citado libro de nuestro admirado Teodoro Falcón y que pudimos ver sobre una de las mesas de la casa Bucarelli. Ahí tienen el camino de Pilatos, Dueñas, Lebrija, para conformar una oferta de turismo cultural de calidad.

José Molina

Marzo 2024

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